metástasis


Nelson Díaz celebra la edición de METÁSTASIS, que implica el cierre formal de una trilogía policial dark, o policial existencialista, como se desee clasificarla, de la que forman parte CORPORACIÓN MEDUSA y RESACA. Nelson Díaz cierra así una larga travesía, entre tinta azul y negra, que empezó en el año 2008, si nos fijamos en la fecha de edición de la primera, pero que va bastante más allá en el tiempo si nos atenemos a la escritura, a las primeras obsesiones que condujeron a estos libros, al despertar en definitiva de un novelista experimental que diez años después culmina una larga travesía no exenta de las aventuras y desventuras que conlleva todo viaje literario.
Se trata del cierre de una trilogía, aunque a veces las trilogías se abren y dejan paso a nuevas secuelas, a historias que necesitan ser contadas, así que lo mejor es no dejarse llevar por clasificaciones y certezas innecesarias. No es necesario sentenciar nada. Mejor que todo fluya. Dejemos que el tiempo haga su trabajo, que los lectores nos vayamos apropiando de las historias que se cuentan y sobre todo de las que no se cuentan, de ir recomponiendo las piezas del puzzle que Nelson Díaz deja en las páginas de sus tres novelas. Y, sobre todo, dejarse llevar y de alguna manera ser parte de esa cofradía de personajes que las habitan, que más allá de ciertos estilismos de atmósfera no son muy diferentes a muchos de los que habitamos y conspiramos en una ciudad como Montevideo, o en cualquier otra ciudad en la que haya lectores de los beatniks, drogas lisérgicas, espías, disrupciones temporales, ciencias ocultas y un tipo que diga ser David Bowie cantando en un ómnibus.
No voy a adelantarles nada de lo que ocurre en METÁSTASIS. Si hay o no asesinatos. Si Roger hizo tal cosa o tal otra. Si lo que aconseja Faustroll. Si lo que dice El Diente. Si Burroughs. O si la patafísica. De hecho, sé que Nelson se emocionó cuando leyó una referencia a la patafisica en mi novela Los ojos de una ciudad china. Y lo entiendo, porque a mí me pasa lo mismo con muchos pasajes de su novela, como esa sorpresa de encontrarse a Bowie en un ómnibus, y eso tiene que ver con cosas que se comparten, con signos y señales comunes, que tienen que ver, más que con libros o músicas determinadas, con el tiempo y el lugar que nos toca compartir; Montevideo, hablando geográficamente, de los 80 para acá, hablando de relojes implacables. Entonces, es imposible no cruzarse en Juntacadáveres, en recitales del Darno, en A la cama con Ana, en el magisterio artaudiano de Restuccia, en redacciones decadentes como la de CarasyCaretas en el Palacio Salvo (donde cuidábamos una planta a la que llamamos Cerati), en crisis y pos crisis, en recitales de los Cure, de los Bauhaus, de Johnny Marr. Y siempre el Darno, y sobre todo las decenas y decenas de reseñas literarias escritas por Nelson Díaz que me tocó editar durante años. Y como un escritor es también lo que lee, creo conocerlo muy bien en sus gustos, en sus referencias, en sus prejuicios, en una mirada siempre marcada por los beatniks, por los surrealistas, por la necesidad de que en cada lectura aparezca el final del sueño americano y emerja la oscuridad, siempre hablando de una oscuridad que se sabe frágil y quebradiza como una canción de los Cure, o como una sonrisa diabla de Siouxie, o como un fragmento perdido de una novela de Fernández Mallo.
Dije que no es mi intención adelantarles nada de lo que pasa en METÁSTASIS. Así que podría ir terminando por acá, dejarlos en suspenso, pero necesito avisarles -eso sí- que Nelson Díaz no es un chico fácil, más bien es un bad boy, como diría el Darno, y que se empeña en hacer novelas con restos, con fragmentos, narrando lo que no se suele narrar y omitiendo los detalles obvios, lo que se suele contar en las novelas aburridas para que los lectores vivamos en mundos confortables y sin riesgo alguno. Esto lleva a la noción de que METÁSTASIS es de las novelas que no se cierran, como las de sus maestros Manuel Vila y Agustín Fernández Mallo. Algo de esto es lo que me lleva a evitar la sentencia de que se cierra una trilogía. Y tampoco, vale la aclaración, es que las de Nelson Díaz sean novelas que tengan final abierto; no es eso tampoco, es que están abiertas por dentro, dejando territorios para que el lector se meta allí y se quede por largo tiempo.
Son novelas que dejan más preguntas que respuestas. Como la vida. Como la maldita vida. No hay entonces trampa. ¿De dónde viene eso? Bueno, ya lo dije, de alguna manera las lecturas de Nelson dan algunas claves: la patafísica, Burroughs, la novela experimental de sus maestros españoles, pero sobre todo su propia búsqueda, su energía, su entusiasmo por encontrar una voz narrativa.
No, no voy a hablar de poesía. Me prometí no hablar de poesía. Pero como mis dos últimas lecturas fueron -además de releer la trilogía de Nelson- de novelas escritas por autores más conocidos como poetas: me refiero a la última de Rafael Courtoisie, que aprovecho para recomendar para los adictos a la desobediencia y de Kill Bill, y la de Mariana Figueroa que también recomiendo y que salió por Yaugurú, como las de Nelson. En fin, puntos de conexión. Porque sucede que en la novela de Figueroa, además, se menciona a la patafísica y hay cartas de Tarot y hay también un asesinato, y sucede en la misma ciudad que METÁSTASIS, lo que llevó a que me quedara la sensación de que hay vasos comunicantes que definitivamente van comunicando fragmentos aparentemente discontinuos... La novela de Figueroa, de alguna manera, dialoga con METÁSTASIS, como también dialoga -en diálogos compartidos- con Los papeles de Juan Morgan de Julio Inverso, con el Zafiro de Maca, con la atmósfera distorsionada de los textos de Polleri, con algunos pasajes de las novelas de Lalo Barrubia. Eso es lo que me pasa a mí como lector, pero bueno, como cada lector es un mundo paralelo, es probable que otros lectores puedan mencionar otras colisiones, otras derivas subterráneas, lo que hace, sin más, que colocar a las novelas de Nelson Díaz en las mejores bibliotecas de la ciudad, que es donde deben estar.
Y como tuve oportunidad de entrevistarlo, hace un par de meses, por la publicación de METÁSTASIS, aprovecho para terminar con algunas citas del propio Nelson. Le comenté en un momento que, a mi entender, CORPORACIÓN MEDUSA tiene uno de sus centros gravitacionales en un manuscrito, y RESACA en el asesinato de Paula. Que ambas novelas suceden entre las idas y vueltas de Roger, el Diente, Vico, Burroughs, los Largactiles, generando un tono policial negro, existencialista, de atmósfera. Así que le pregunté cuál era, para él, la clave, el centro de Metástasis...
"Una de las claves", me dijo, "creo que está en lo fragmentario y en la velocidad con que se describen las situaciones que giran sobre la probabilidad de lo improbable. Vivimos en un mundo fragmentado, que hace un culto de lo efímero, y la literatura no es ajena a eso. Burroughs, ya en la década del 60 decía que la novela lineal estaba perimida. Y a mí no me interesan las historias lineales. Me interesan las novelas que superponen historias y dejan cabos sueltos... Metástasis es además una novela más oscura que las anteriores, pero esa oscuridad parte del clima asfixiante que quise trasmitir al lector. Esos fragmentos, en apariencia sin conexión, se concatenan, y dejan una puerta abierta hacia otras interrogantes y éstas, a su vez, hacia otras. La cinta de Moebius y la metástasis simbolizan el infinito. La metástasis, más allá de las consecuencias fatales que todos sabemos que tiene en un cuerpo humano, es una de las representaciones más claras de vida. De hecho, el Big Bang puede verse como una gran metástasis, que dio origen al universo. Ahí también tenés dos caras de un mismo fenómeno. Lo ambiguo, la posibilidad de que convivan dos situaciones o hechos, en apariencia opuestos, me interesa como escritor y como lector".
Seguimos conversando. Y en un momento me dijo otra cosa, algo que me dejó pensando, algo que explica no pocas cosas de sus aventuras literarias:
"Si en un tiempo la poesía fue vanguardia en la experimentación del lenguaje, desde movimientos rupturistas como el surrealismo, el hermetismo y el neohermetismo, o el futurismo, hoy no sucede eso. Yo encontré en la narrativa, al igual que Fernández Mallo y Vilas, que además son poetas, un territorio fértil para lo experimental".

((texto leído en el Centro Cultural de España, en la presentación del libro "Metástasis", de Nelson Díaz))

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